miércoles, 24 de septiembre de 2008

Wittgenstein


Wittgenstein tenía la fea, o sublime vaya usted a saber, costumbre al finalizar los conciertos de acercarse a los intérpretes y, silbándoles la pieza, indicarles los errores de interpretación. Su hermano, célebre pianista manco, no soportaba saber que el filósofo estaba en la misma casa mientras ensayaba porque sentía las vibraciones de su descontento atravesar las puertas.

“A algunos, la música les parece un arte primitivo, por sus pocos tonos y ritmos. Pero sólo su superficie es sencilla, en tanto que el cuerpo que posibilita la interpretación de este contenido manifiesto, posee toda la complejidad infinita que se nos indica en lo externo de las otras artes y que la música calla. En cierto sentido es la más refinada de todas las artes”


La única pieza conocida de música compuesta por Wittgenstein, sólo cuatro barras garrapateadas en un cuaderno de 1931, obtuvo un premio en Londres en 2003. Es un fragmento de música que dura menos de la mitad de un minuto. Las dos líneas se titulan Leidenschaftlich (Apasionada). Es como la continuación de una oración incompleta, como si el filósofo hubiera comenzado a decir algo, no tuviera las palabras para terminarlo y entonces recurre a la música.

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